viernes, 23 de mayo de 2008

El Maestro Carcoma y su Grupo Salvaje














Hacia mucho tiempo
que no daban palos,
los reyes de la espada
y la pata de cabra.
Alberto se hizo músico
y tocaba roc&rol,
Claudio el mosquetero
se hizo un gran restaurador;
y atrás quedó, el reventar
chupanos y un sublime
homenaje a Rocco y sus hermanos.
El Rubio de torero
se metió a albañil,
y dominaba la paleta
como el Erol Flyn.
Ponía los ladrillos
con la boca y las manos;
solo pensaba en derrotar chupanos
y diole un santo, pa sus colegas,
con la bendición, Urbe et Orvi.
Se fueron a "chorar
y los dilataron".
En casa de un arzobispo
ni el polvo dejaron.
Se llevaron mil hostias
de la sacristía, y casi
cuatro mil en comisaria;
y el comisario, se les reía,
porque no es tonta la policía.
El juez de la causa
fue muy puñetero
y del sumario,
las hostias se perdieron.
En su lugar, pedía el fiscal:
treinta años por escalar,
por allanar y por tener
una banda pa vacilar.
Cumplieron la condena
de aquel chivatazo,
y salieron más clientes
que el rabo de un cazo.
Se fueron pal chino,
a mojar el troncho,
y pillaron los tres
un contumaz sifilazo;
y en antibióticos
y en penicilina, se les agotó
toda la paguilla.
Estuvieron debatiendo
sus contradicciones,
llegando por consenso,
a dos conclusiones:
robar al rico pa no ser pobres
y si pica la um um...
hacerse un buen um um um…

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