martes, 18 de septiembre de 2012

EL COLECCIONISTA


De palabras deshonestas  
De palabras asquerosas
De estúpidas palabras
De palabras con sonoras sacudidas 
De palabras sinfónicas
De palabras de loables preceptos
De amables palabras
De palabras con causa
De palabras con efecto
De afinadas palabras
De palabras que laceran
De huecas palabras
Las puso en venta
y no las quiso nadie
Hizo un poema
y le sobraron palabras
Las  envolvió con ternura y esmero
en papel de aluminio
y las puso en la nevera
para que se conservaran
hasta que surja el próximo poema.

lunes, 17 de septiembre de 2012

LOS OJOS DE UN NIÑO

Cuando niños solo tenemos ojos
que miran a través del corazón.
De mayores vemos, con la razón,
que éramos minúsculos como piojos

y lejos de mirar con humildad
lo grande que es el mundo pa uno solo,
inflo el ego con avaricia  y dolo
por puro miedo a la caducidad.

La mirada de una mente madura,
con los ojos y el corazón de un niño,
me abrió la puerta que quedó atrancada,

mientras permanece uno en  la impostura,
hasta que con un inocente guiño,
di a la jodida deuda por zanjada

sábado, 8 de septiembre de 2012

UN POEMA CAPAZ DE CONMOVERLE

      
     (ESCRITO A DOS MANOS)              

    Estoy sentado en la terraza de un bar.
    Es temprano y hago lo único que sé hacer a esas horas de la mañana: tomarme un café, fumar y contemplar la calle.
    Gente atrafagada transita por la acera
    Miro, sin mirar, el horizonte.
    Una figura lo atraviesa. 
    Se parece a un amigo de la infancia.
    Mientras doy un sorbo al café y enciendo otro cigarrillo, lo recuerdo todo:
    Una vida descaminada, buscando en el fondo del contenedor de basura, un poema capaz de conmoverle.
    Un inútil, no más que un cura diciendo misa todos los días.
    Un golfo petulante que retira a manos llenas, de su memoria, los escombros del pasado.
    Un inadaptado dejándose la piel para no aburrirse.
    Lo llamé y no quiso sentarse y dejar que le invitara.
    Él tiene presente que nadie da nada a cambio de nada.
    Otro día será. 

    PERE TAMBIÉN LO VIO


    Sí, yo también lo vi y lo olí: un chico huidizo que apestaba.
    Convivimos en la infancia entre un parque y unas mesas de pupitre;
    en la adolescencia, entre otro parque y unas mesas de billar;
    en la la madurez, entre contenedores y mesas de bares.
    Tal vez nos debamos reunir por fin,
    sin hablar, sin mesas que estorben, sólo oliéndonos,
    dentro de un oscuro contenedor.