jueves, 30 de julio de 2020

lunes, 27 de julio de 2020

DEMASIADO (ELOGIO DEL NUEVO RASTRO)

Demasiado digno: 
asusta a los que vienen a practicar caridad 
Demasiado vulnerable
para dejarlo en manos de la providencia y la misericordia
Demasiado ético
para la moral católica  
Demasiado pulcro
para el puerco
Demasiado simple
para ser cierto: por su encanto, se merece el reconocimiento 

jueves, 23 de julio de 2020

LAS CARTAS DE LA IMPERMANENCIA

     

Las probabilidades que tenemos de encontrar un tesoro en la basura o en un mercadillo, son de una, entre cientos o miles de cuantas veces levantamos la tapa de un contenedor, o acudimos de compras a un Rastro. 
Era un domingo del mes de Abril, y los cerezos florecían en el campo, cuando un compañero, busca tesoros en la basura, me trajo una bolsa repleta de cartas, procedentes de la ídem, para que yo las valorase y vendiera en el puesto que, por aquel entonces, yo tenía en El Rastro de Valencia. Formaban parte de la limpieza de un piso, en una calle, a tiro de piedra, de la antigua ubicación de El Rastro de Valencia, en Mestalla. 

Revisando aquel material, por encima, apareció el nombre de un conspicuo científico valenciano, de merecido reconocimiento nacional e internacional y a partir de este dato, se nos despertó el interés y, al poco, la codicia. Las retiré de la vista del público y me las llevé a casa.  

Tirando de internet, di con el personaje protagonista de aquella correspondencia. Se trataba de su esposa, científica como él, pero de menos reconocimiento, aún habiendo trabajado con un Premio Nóbel español. Era de nacionalidad estadounidense, en concreto, del estado en el que nació, no me acuerdo, aunque aparecía en todos los sobres. Hablo de esta mujer en pasado, porque falleció hace poco y la prensa se hizo eco, dado el parentesco que le unía al ínclito científico; pero cuando esto sucedió, aún vivía. Ella era dos o tres años mayor que su marido y ambos pasaban de los noventa. 

El supuesto tesoro, consistía, en una bolsa de gran tamaño, con abundantes cartas y los permisos de conducir de su padre y de su madre que, probablemente, corresponderían a la última renovación, ya que, las fotos, los representaban como un señor y una señora de unos setenta años. Aquello, me dio la impresión de, como si hubiesen hecho el gesto de abrir el cajón de un mueble y volcar su contenido, íntegro y sin ningún miramiento, en una bolsa reciclada. Las cartas no llegué a contarlas porque pensaba venderlas todas en un lote. Como estaban escritas en inglés, no entendíamos ni papa, excepto el encabezamiento, que siempre comenzaba con: “Dear mon and dad”.

El siguiente paso era, el de contactar, en El Rastro, con algunos clientes coleccionistas de documentos, mostrarles el material y, observar sus reacciones, como en una partida de poker, en la que mi socio y yo, íbamos de mano. Lo hicimos y no pasó nada. Tan solo uno, hizo el amago de apostar pero no quiso ver la postura que yo había dejado sobre el tapete. Y transcurrió un domingo, otro y otro y nadie apostaba para verme las cartas (nunca mejor dicho). Así que, cuando un domingo, volví a ver a la persona que mostró un poco de interés, le dije: ¿Cuánto te gastas? Tanto, me dijo, y le di con ellas en los morros (en sentido metafórico).      

Las cartas en cuestión, representaban el tesoro que nos correspondería por la ley de probabilidades. Pero al final, nos comimos una ful (a medias: éramos un equipo, no?) y apenas, repartimos unos cuantos euros para cada uno. Aquel tesoro no tenía valor de cambio, no; sin embargo, era de un valor incalculable para esta señora: no me cabe duda.  

Al año siguiente, por Abril, los cerezos volvieron a florecer.

domingo, 19 de julio de 2020

EL TRAPERO DIPLOMADO

Ay! Si me hubiesen dado un euro
por cada vez que he escuchado:
"de fora vindrán y de casa mos tirarán".
Me hubiera podido pagar, 
un máster o dos, o tal vez, un doctorado.
Pero no fue así, y a casa vuelvo, solo, 
con una diplomatura en latín… 
latón, cobre, bronce, aluminio,
hierro, trapos y papel…
y el corazón en su sitio

viernes, 17 de julio de 2020

UN CUENTO PINTIPARADO (Basado en hechos de a dos reales)

    
    
     Había una vez, un país tan pequeño, que solo se podía ver a través del telescopio Hubble. Sus habitantes y habitantas, eran también diminutos y diminutas para que cupieran en él. El sol, solo hacia su aparición, los domingos, el resto de la semana, se escondía; nadie sabía donde. Vivían todos en un valle angosto, hacinados porque el terreno era escarpado y sinuoso. Su única ocupación era, trabajar en las minas de pan duro, que abundaban en las montañas, lo que les proporcionaba, su principal fuente de ingresos: la exportación de esta preciada materia prima, de la cual, se extraía, en los países de destino, el pan rallado para rebozar los san jacobos. Hombres y mujeres, se afanaban en arrancarlo de las entrañas, (de la madre que las parió), con mucho esfuerzo, ya que carecían de alta tecnología.

Un domingo, el sol, en vez de salir por donde siempre lo hacia, la ventana del dormitorio, lo hizo por la ventana que daba al cuarto de baño, y pilló cagando a más de uno/a. Algunos/as creyeron que, el fin del mundo, acababa de empezar y no sabían qué hacer. Unos/as, exclamaban, en voz alta, !Qué hago! Y otros/as, decían: eso digo yo ¿Qué hago? ¿No sé, si comprarme una moto… o ponerle un manillar al váter? ¿Tú qué harías, buen hombre? Le preguntó uno/a, a otro/a, a lo que le respondió: ¡Y a mi qué me cuentas! Yo estaba con mi jefe, en la ópera, escuchando Rigoletto. Y continuó caminando atrafagado/a entre la multitud. 

  Así las cosas, algunos habitontos y habitontas, se reunieron en asamblea y elevaron sus conclusiones al Presidente de aquella minúscula República, quien a su vez, llamó a consulta, a su Primer Ministro, y éste, al de Ciencias Aplicadas, el cual, solamente, dijo: el eje de rotación de la tierra, se ha inclinado unas milésimas de milímetro. 
 
MORALEJA:

Este cuento, no tiene final, porque es, el de nunca acabar.

viernes, 10 de julio de 2020

EL MIEDO Y LA PRUDENCIA

El miedo es de dos vertientes:

ser cobardes o valientes.

Pelear como troyanos

o nos tiemblan cuerpo y manos

y tabletean los dientes.


En medio está la prudencia.

Sintetiza convivencia,

con valor y lo contrario:

es como un itinerario

que prueba la resistencia.

jueves, 9 de julio de 2020

JODER CON EL MIEDO!

El miedo es un alquitrán pegajoso.

No sirve, para la supervivencia,

cuando la ira se pega a la consciencia

y su juicio se vuelve caprichoso.


Del miedo brota un extracto adictivo.

Cuando no se usa como medicina,

se empapa el cuerpo con la adrenalina

y engancha como un chute compulsivo 


El miedo está ahí. Da y quita poder.

El psicópata vive acojonado,

aunque en apariencia, le importe un pedo


a cuantos seres tenga que joder.

Con el hábito, se ha acostumbrado,

y, jodiendo, es como se quita el miedo.