jueves, 20 de octubre de 2016

YO, CONTENEDOR (Regalos envenenados)

     Eh, eh, eh! ¿Qué vas a hacer? Por más que gritaba no me oía y acabó haciendo lo que se propuso. Qué pregunta más estúpida, ahora que lo pienso, si yo hubiera hecho lo mismo si el apretón me hubiese pillado en tránsito como a él, no tuviera casa, y el contenedor estuviera desocupado. Yo no estaba afuera para afearle la conducta, sino dentro y fuera a la vez ¡Qué extraño! ¿Verdad?
  
     ¿He dicho contenedor antes? Si, soy un contenedor orgánico en el doble sentido de la palabra. Las moléculas del PVC, con el que se construyó, contienen parte de mi ADN cuando algunos de mis átomos (no sé cómo) se mezclaron en el proceso de mi descomposición y la manufacturación del plástico. No recuerdo nada de mi vida anterior. Es como si mi mente estuviera formateada. Tendré que ir recuperando archivos y programas, poco a poco. ¿Será este el cielo que me he ganado? No puede ser. No soy creyente, tendrá que ver con el ciclo de la vida y la muerte.

    Ni hablo ni siento porque no tengo órganos. Carezco de remordimientos. De pesares. Todo lo intuyo interpretando el silencio y estoy completamente paralizado como si fuera un monje zen en perpetua meditación, excepto cuando el camión de la recogida me zarandea y el viento me tambalea.

    Allí donde me dejan permanezco. Este mes, por ejemplo, me han cambiado de barrio. Creo que estoy en una zona más pudiente porque las bolsas de basura no están tan repletas ni son mal olientes. Aquí le ponen bastante empeño en deshacerse diariamente de los restos orgánicos. Tendrán criada. O asistenta como se las llama ahora. Y más dinero, por eso no esperan a que la bolsa se llene hasta los topes, después de prensarla varias veces, y permanecer en casa durante varios días. Aquí saben que la descomposición genera bacterias que no solo producen ese mal olor sino que pueden acarrear males procelosos. Yo sí lo sé, pero a mí no pueden hacerme nada ellas: ya me hicieron todo lo que tenían que hacerme. Aunque no las vea sé que están ahí. Aunque no las huela sé que están ahí. Forman parte de la costra del interior. ¡Un momento! Han dejado una bolsa en el exterior. No se ha atrevido a meterla dentro; es un acto premeditado. Manifiesta una mezcla de sentimientos encontrados entre alivio y duelo, seguridad y miedo. ¿Qué será?. Se aleja un hombre de mediana edad, pequeña estatura, regordete. Parece que tiene el pelo teñido de negro; pero no, es natural (a no mucho tiempo se le pondrá gris del susto y perderá más pelo en la coronilla). Pasea a un perro pequeño y de pelo largo (si con esto se midiera el nivel de testosterona, su mujer pasearía a un bull dog). Ha sido él quien ha dejado la bolsa. ¿Por qué no la ha metido dentro? Me muero de ganas por adivinarlo. Un trapero la acaba de ver y sin bajarse de su bicicleta la está escudriñando. Su semblante lo dice todo: ha encontrado un tesoro. Estilográficas de alta gama, terminales móviles ¿Quizá contengan nombres y direcciones comprometedoras? Relojes, puros, colonias y muchas cosas más y todas ellas selectas y en plural. Es la tercera vez, en esta semana, que el mismo hombre repite lo mismo y a la misma hora, más o menos. La anterior también ocurrió, con igual modus operandi, pero fue otro el trapero oportuno.

    El contenedor no es el medio más adecuado para deshacerse del “corpus delicti”: te lo digo yo, que sé que El Rastro es más chivato que el perro de una obra. Además, “el cartero siempre llama dos veces” ¡Que lo sepas! ¿Ah, ya lo sabes?.