viernes, 30 de octubre de 2020

RESUMIENDO


Siempre a mano la petaca
“El Bambú” y “ el cuarterón;
el coñac de “garrafón”
en aquella España opaca.

Como era guarnicionero,
las heridas se cosía.
Mi padre, me lo decía:
así se cura el obrero.

Tomé conciencia de clase
y dejé de ir a la escuela.
Tomé clases de curdela.
Fui militante de base.

El arbitro se dio cuenta
y pitó fuera de juego.
Yo me libré del talego
y los míos de la afrenta.

De mayor, fui al cirujano
a curarme las heridas
de las batallas perdidas 
en el continente urbano.

Crucé un río, y en la orilla,
me mantuve esclavizado
por dormirme encadenado
a mi propia pesadilla.

Lágrimas que humedecían 
el filtro del cigarrillo.
Llorando como un chiquillo
los buitres se me comían.

No pensé que llegaría.
“La vida te da sorpresas”.
Renace de las pavesas.
¡Me quemó la epifanía!

No voy a cambiar el mundo.
Lo que quiero es abrazarlo,
comprenderlo y no mancharlo:
está el pobre moribundo.

Lo que tengo de santón,
lo tiro por el retrete.
Ni corbata ni bonete,
ni peto en mi corazón.

Un nido de pajarillos,
apostado en mi ventana,
me anuncia cada mañana,
que mude de calzoncillos.

Por la ventana mirando,
veo el sol cuando amanece.
La luz que me pertenece,
con mi karma estoy pagando.

Me paso horas contemplando
y otras tantas escribiendo;
de aquí allá, yendo y viniendo
sobre una nube volando.

La certeza de la nada
que tengo bajo mis pies,
descarga, antes o después,
energía acumulada.

Juro por los siete dientes
del cráneo de Cervantes,
que somos los inmigrantes
uno de los ingredientes

para hacer el estofao
con el que todos comemos.
Nos tienen miedo los memos
y algún que otro desnucao

que se aferra con cinismo.
Lo bueno es, que no lo sabe,
que hasta que no se le acabe,
come mierda en el abismo.

Con un poco de paciencia,
dejo que el amor me eduque,
para que no me desnuque
ya perdida la inocencia.

Mi familia cogió un tren.
De mi tierra no me olvido;
del aroma del olivo:
soy de Linares, Jaén.

sábado, 24 de octubre de 2020

Un guiso masticable y digerible

De mi huerto personal,

escojo los ingredientes

para lo que cuento cuando escribo.

Los mezclo con café y nicotina.

Los macero con las teclas del ordenador.

Les doy vueltas en la olla

mientras todo esto se cocina.

Y aunque no soy del todo cocinero,

mi anhelo es, servir en el comedor,

a los pacientes comensales,

un guiso masticable y digerible:

donde todo es verdad como mentira;

bautizo como entierro;

promiscuo sueño como notoria vigilia 

miércoles, 14 de octubre de 2020

SONETO PARA UNA TARDE SIN SIESTA


Mi cabeza reposa en la almohada.

La mirada, en las sombras que proyecta 

la angustia en la lámpara del techo.

No tengo escapatoria, he de escribir.


Las palabras que vuelco sobre el papel, 

no son solo conceptos abstractos,

sino uñas, vísceras, carne, huesos, piel…

la huella de un hombre abrazado al silencio,


porque yo, soledad, te tengo apego.

Tu mala reputación no me asusta.

No reniego de ti cuando apareces,


como has hecho hoy, a la hora de la siesta. 

Ya que estoy desvelado, en tanto escribo,

escucho a dúo el canto de las tórtolas

viernes, 9 de octubre de 2020

SONETO Y PUNTO FINAL


 Renuncio del hospicio venerado

con “vanidad y orgullo intelectual”.

“De aquella leprosería moral”,

estoy, medianamente avergonzado.


Porque ya he crecido lo suficiente, 

apostato de mi fe agitadora;

libero los eslabones, que otrora,

en perpetua, encadenaban mi mente.


Por fin, de mi Alma Mater me desteto.

No me nace ningún resentimiento,

y ninguna que otra emoción mi alma alienta.


Pongo punto final a este soneto,

de treinta y cinco años, a fuego lento,

cociéndose sin que me diera cuenta.



NOTA,

Los versos entrecomillados corresponden a diálogos de dos películas; el primero, a “El nombre de la rosa; y el segundo, a “Al borde del suicidio”

domingo, 4 de octubre de 2020

SONETO

Silencio. Escucho el mar que viene y va. 

Es quien canta cuando estoy en la orilla.

Calma, marejada o marejadilla,

los vientos le dan musicalidad.

 

Cuando es poniente, transmite sosiego;

notas largas con un preludio andante;

rizos de espuma blanca del levante,

conmueven tanto al sordo como al ciego.


Silencio. Miro el mar que sube y baja.

A su ritmo; las mareas puntuales; 

la alborada en un continuo sagrado.


Silencio, por los muertos que amortaja.

Sus mitos preparan los funerales.

Silencio, ahora es él quien ha enfermado