EN LEGÍTIMA LOCURA

Yo no me puedo quejar.
Mi madre sí que se quejaba:
de dar a luz a oscuras;
de hacer a mano la colada;
de las nubes en el cielo;
de la escarcha, los sabañones;
del nido de gorriones,
a todas horas piando,
que era nuestra casa.
Cuanto más lo hacía,
iba esquivando
sus malos pensamientos
de las páginas de El Caso:
dar un mal paso,
con su nido en brazos,
en un arranque de ternura.
Mi madre sí que era fuerte.
Como una montaña,
en la que el eco tentador,
obstinado reverbera
en legítima locura.

JULIO DE 1969

Cuando Armstrong pisó la luna,
con el mar yo hice lo mismo.
El viento que a mí me trajo,
de Garbí estaba soplando:
Despeñaperros pabajo,
Mediterráneo arriba.
De Xaloc viró a Levante.
De cálido a furibundo.
Implacable, fue borrando
la huella insignificante
de mis pasos por la orilla.

ISLA DEL TESORO (Microcuento)

Al mar le trajo el viento de Garbí.
Al Rastro, el Levante fuerte de la orilla.
Escarbando dio
con la joya oculta.
La clave era sencilla:
agradecimiento.
La enterró con su pasado,
un pesado tesoro,
y se transformó en isla...
con el tiempo.

Moraleja:
Escarbando en tierra, solo puedes llegar hasta Nueva Zelanda; en cambio, si lo haces dentro de ti, por lo menos, no se perdería el tiempo.

A PLUTÓN: POR DESGRACIADO

Las malvas del cementerio,
crecer, tienen que crecer.
A tu costa o a la de otro.
Por mí, que no tengan prisa.

Total, ya me queda poco.
He de acabar un poema
que por más que lo retoco
no logro que me conmueva.

Rematando la faena,
presto estoy para la cita.
No siento por ello pena:
¡si es que es después de la cena
y tengo a mano una tirita!.

Porque en habiendo cenado,
con los años que acumulo,
el susto es más sosegado:
¡y a Plutón, el desgraciado,
lo tengo pegado al culo!.

PLÁTANUS MESTALLÁNICUS

Ay, los plátanos del Rastro!
Son gigantes desgarbados,
hoy guardianes del tesoro.
Las borracheras del viento,
los azuza tenebrosos,
y, cuidados al desgaire,
la hojarasca y ramas secas,
a mi parecer, les hace,
aún más abominables.

VALERO

 ¿Te acuerdas, viejo rijoso,
cuando la polla
se te ponía más tiesa
que el capote de un torero?
Después de tantas corridas,
perdió prestancia
y se volvió esponjosa.
¡Ai, deu!.
T'ho vaig dir, Valero:
no la rentis amb Perlán.