domingo, 2 de agosto de 2020

EL TÍO DE LA LIMOSNA

DESDE LA SECCIÓN DE PERFUMERÍA

EL TÍO DE LA LIMOSNA 

Por L'home rastre

Me dio un billete de a quinientas, y me dijo: ten, cóbrate una limosna de a veinte duros y dame el cambio. Miré para otro lado, al desgaire, pero no se daba por aludido. Seguía sonriendo como un necio, con el billete en la mano, hasta que, por fin, el silencio le echó de mi paraeta. Le perdí de vista durante un tiempo que me supo a poco. 

La siguiente vez que le volví a ver fue, cuando al mercado solo le quedaba la broza de la cosecha, lista para espigolar. Y allí estaba él, tirado en el suelo entre la breña; con su vientre adiposo de burgués nacional católico, panza arriba, exhalaba su pútrido aliento suplicando a Saturno. Agitaba piernas y brazos pero no se podía incorporar, como la cucaracha de Kafka. Nadie movía un dedo en su auxilio, y yo, menos. Un operario de la limpieza, se encendió un cigarrillo y, apoyado en el parachoques del camión de la basura, esperó hasta que dejó de patalear.  

No hubo funeral ni misa de Réquiem en su memoria, sino jolgorio y brindis con desmesura, para celebrar que, El Tío de la Limosna, pasó a peor vida: en la que tenía que rascarse el bolsillo. Y es que, la transición fue dolorosa, para aquellos/as que tuvieron privilegios, sin merecerlos, en otra vidorra.

El Rastro de Valencia es un lugar cosmopolita y barato, cuando dejó de ser, una prolongación dominical, de misa de doce en La Catedral.

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