miércoles, 14 de octubre de 2020

SONETO PARA UNA TARDE SIN SIESTA


Mi cabeza reposa en la almohada.

La mirada, en las sombras que proyecta 

la angustia en la lámpara del techo.

No tengo escapatoria, he de escribir.


Las palabras que vuelco sobre el papel, 

no son solo conceptos abstractos,

sino uñas, vísceras, carne, huesos, piel…

la huella de un hombre abrazado al silencio,


porque yo, soledad, te tengo apego.

Tu mala reputación no me asusta.

No reniego de ti cuando apareces,


como has hecho hoy, a la hora de la siesta. 

Ya que estoy desvelado, en tanto escribo,

escucho a dúo el canto de las tórtolas

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