Darwin nos lo dejo muy claro
poniéndonos por encima
de las bacterias y todo
lo que hay en medio: plantas, bichos
raros. Y Buda nos hizo
humanos, cuando observó:
fenómenos sin sustancia;
nacimiento en dependencia.
Si nada desaparece
(como poco, se transforma)
en un mundo ilimitado
por egoístas decisiones,
es causa de sufrimiento,
la tenaz satisfacción
de los deseos inmediatos,
(y “la culpa al maestro armero”).
Condescendencia ignorante
que sacrifica, en barbecho,
las semillas del altruismo;
del afecto sin provecho.
La vida no es un buen maestro
cuando antepone el yo al otro,
cultivando la dialéctica
de muerte o supervivencia.
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