martes, 29 de mayo de 2018

BLAS



El viejo mirlo saltarín,
inaprensible como el azogue,
ya no brinca por la hierba. 
Tiene la cola rota
y errático da vueltas 
por la ciudad, a tientas.
No levanta el vuelo,
pero su sonrisa huele, 
“directamente”, a criatura.
Hasta una hormiga,
por su pico herida,
lo mira y se conmueve.

No hay comentarios: