sábado, 5 de agosto de 2017

APUNTES DE VERANO II

EL RASTRO DE VLC Y LA PESCA DE ARRASTRE
   
    La similitud de la pesca que practicamos nosotros, con su homologa marina, la pesca de arrastre, es casi calcada. En el mar, se echan los aparejos, que alcanzan el fondo marino y arrasan, indiscriminadamente, con todo lo que cae en sus redes. Posteriormente, se hace una selección, en la cubierta del barco, y se devuelven al mar las especies no comerciales (no entro en valorar el daño, a veces irreparable, que supone para la fauna y flora marina, esta práctica). Nosotros hacemos lo mismo, en sentido figurado, arramblando con todo lo que se pone en medio de nuestra ruta recicladora.

    El ciclo de reciclaje es de una semana y el material que puede acumularse es considerable, lo que conlleva un serio inconveniente: el de cómo exponer diez o doce metros cúbicos de carga en dos o cuatro metros cuadrados de espacio adjudicado. Esto puede parecer una conjetura; pero pásense por El Rastro y comprobarán que tiene solución: no muy elegante, por cierto: que todo hay que decirlo.
 
    Nuestras habilidades visuales, táctiles y olfativas, al amparo de nuestro instinto de conservación, son para un fin en concreto, que no es, precisamente, el de desenterrar del fango de la desidia, la historia y cultura de nuestro pueblo, sino convertir los trastos en dinero para sobrevivir, y que lo hagamos de una manera instintiva más que racional, forma parte de la atracción y tradición.
   
    El oficio de vendedor de Rastro, no se aprende ni en la escuela, instituto o facultad alguna, sino que es, más bien, inversamente proporcional a todo esto: cuanto más sabes menos vendes y viceversa: cuanto menos sabes más vendes; pero menos ganas. ¿Es esto una paradoja? bueno; pero ¡que me muera si es mentira! El inconveniente que presenta nuestra práctica de pesca de arrastre es que, la selección se hace sobre el terreno por los que van a pescar al Rastro especies exclusivas y, al ser el ejemplar más apreciado, el besugo, que más que una especie propiamente dicha, es un estado de seductora candidez, dentro de la lenta evolución del vendedor, al que el depredador sigue su rastro como un tiburón en celo, o sea, no tanto para comérselo como para joderlo, pues, pasa lo que pasa: que al terminar la faena, la plaza se convierte en un piélago de inmundicia y, lo mismo que ocurre en el mar, otras especies se benefician de nuestros despojos comerciales, por delante siempre de los operarios de la limpieza, que cierran el circulo.

Posdata:
¿A qué se va al Rastro, hacer fotos o ver lo que se pesca? Pues eso.  

No hay comentarios: