domingo, 2 de abril de 2023

Ángel González

Te leo, Ángel González, 

en reverente silencio.

Con hambre, mastico despacio 

el reparto de palabras

extendidas en la palidez del papel

con cabales golpes de platero; 

pero sin ansia por acabar el libro 

y hacer una muesca 

en mi orgullo intelectual. 

De paso, agradezco a Don José Hierro 

que, en “Las Músicas Acordadas”, 

revestida de orujo, su voz, nos presentara. 

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