lunes, 2 de enero de 2023

Reflexión sobre mi primer tesoro

Solo hice “asina”: levanté la tapa

con una mano, y la otra, entre verdura 

y pañales, palpó la dentadura. 

¡Que asco! Pues pegada a modo de lapa, 


le sonreía al pañal y a la zurrapa; 

pero a mí, fue el oro y su calentura, 

el que, en serio, me la puso más dura

que a Príapo, o la fíbula de su capa.


Confieso que despertó mi libido, 

tanto o más que la codicia, el tesoro 

de ser sobresaliente en la conquista


de joven moza. En este caso, traído,

el que fuera una muela y un diente de oro, 

no resta nada, a mi ánimo machista.

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