Una décima -se expande-
parte de mí y a donde llegue,
llega lisa sin un pliegue
al destino que la mande.
Pongamos que fuera grande
el cometido al que aspiro,
pues, encripto el verso y estiro
como un chicle las palabras,
para que, cuando el poema abras,
tenga el tufo de un papiro.
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