El miedo, ese amigo y compañero
que nos recuerda que somos animales,
sentirlo no es de cobardes
sino de valientes reconocerlo.
De niño, yo sentía miedo
por todo, menos por el juego,
porque jugar, de él me liberaba.
Así que, el mundo fue creciendo
por fuera, y yo y el juego,
como una lapa a mi pegado,
mantuvo al niño que soy por dentro,
con el que me siento, menos por la libertad,
por todo lo demás, despreocupado.
Añádase, cobarde pero consciente
y no me duelen prendas reconocerlo,
a mis sesenta y ocho años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario