A veces sueño con mis difuntos.
Parecen estar siempre en domingo
porque llevan la muda puesta;
pero de ninguno escucho una palabra.
Todo es un sutil y armónico silencio
que danza con mis emociones.
Yo les llamo, mas nadie quiere bailar conmigo,
y, en ese instante, se desvanecen.
Cuando despierto, me siento agradecido
por esa paz interior -por esa conmovedora resaca-
tanto, como por seguir vivo.
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