Los pecados de soberbia intelectual,
los cometo en silencio
-no exento de penitencia-
cuando una estrofa o un verso,
pesan más de lo normal,
y el poema no tiene contrapeso.
Los pecados de soberbia intelectual,
los cometo en silencio
-no exento de penitencia-
cuando una estrofa o un verso,
pesan más de lo normal,
y el poema no tiene contrapeso.
La muerte no es ni buena ni mala.
Es algo que tiene que ocurrir.
Y ocurre. A cada instante.
En cualquier día del año
y cada año tiene, su San Martín:
día mundial de la justicia poética.
¡Ajos de las Predoñuelas!
¡Qué ajos más ricos traigo!
¡Vamos vamos, vamos nenas!
Resaláo ¡Crompamé algo!.
Condimento indispensable
que ninguno lo cuestiona:
para la paz, saludable,
y en guerra con Mercadona.
Para los odios y enojos,
a leuro va la bolsita,
los vende, como manojos
de lirios, la gitanita.
De mi obra,
con un verso
me conformo;
con una estrofa,
subo al cielo;
con un poema…
…ya me veo en el Parnaso
como un aprendiz, barriendo.
Ese triste pajarillo
que en mi ventana anidó,
me dejó en un papelillo,
teléfono y dirección.
Le llamé y no contestaba.
Cosas de la cobertura;
mas, recuerdo cómo piaba
¡Era flamenca su hondura!.
Cambiaste de meridiano,
incluso de paralelo:
de primavera a verano,
espero tu canto y vuelo.
Mi gato te echa de menos
entre admiración y envidia:
es que le asustan los truenos
como a mí ver tanta insidia.
Una mariposa llega
y hace un alto en el camino:
se posa y sus alas pliega,
a sus quehaceres se entrega
y se va por donde vino.
El seto sigue en su sitio.
Va y viene la mariposa
y torna todo al principio
¡No sabes como te admiro!
Tan breve y tan prodigiosa.
Que yo no sabía volar
y quise surcar los cielos.
Tampoco sabía nadar
y al primer golpe de mar…
…Uf!, me salvé por los pelos.
A la ambición,
le golpea la realidad
y aparece un perdedor.
Pagado estoy, porque invierto mi tiempo
en algo que me resulta gratificante
y hace que los días se deslicen,
suavemente, sobre el pavimento
de mi ya desgastada existencia.
Soy tan libre como la longitud
de las cadenas que me unen a mis deseos.
Sigo haciendo lo que he hecho siempre,
pero sin remordimientos, consciente;
por eso, verte la espalda no me pesa.
verde y morado florece.
De latitudes no entiende
y hasta que llega diciembre,
primavera me parece.
Mezquino, miserable;
engreído, deshonesto,
por todo ello culpable;
compasivo y amable,
solo cuando despierto.
Él quiere salir y tú lo echas pa dentro
y, en la vorágine intestinal,
lo que sirvió de alimento,
va cargando el armamento
dispuesto para la señal.
Es “el follón de albañil”,
la criatura impertinente
que, como un estornudo sordo,
sale grasiento y apestoso
y se va detrás de ti.
Este pedo no se tira,
se deja caer con dolo.
Si ves que el otro se gira,
aunque jures que es mentira,
te vas a quedar muy solo.
Emiten a la atmósfera, metano,
las vacas con sus pedos;
y a ti, a mí, aquel nos importa tres bledos…
…porque no es gas butano.
y, el verano, un infierno,
con desahogado optimismo,
me apropio de esta receta:
en un sofrito de conciencia,
compasión y altruismo,
media y media,
y en su punto horneados.
Sírvanse los comensales
sin embelecos ni etiquetas,
vacíen bolsos y maletas
y tengan en cuenta los males…
…por comer desesperados.
A veces sueño con mis difuntos.
Parecen estar siempre en domingo
porque llevan la muda puesta;
pero de ninguno escucho una palabra.
Todo es un sutil y armónico silencio
que danza con mis emociones.
Yo les llamo, mas nadie quiere bailar conmigo,
y, en ese instante, se desvanecen.
Cuando despierto, me siento agradecido
por esa paz interior -por esa conmovedora resaca-
tanto, como por seguir vivo.
Fumaba mucho,
pero no murió de eso -que era lo suyo-
sino de un encuentro inoportuno:
no era bella,
ni él estaba enamorado,
pero notó que sentía compasión por él,
y él por ella.
parecía importarte
todo, un pimiento.
Y perdiste por la mano
-cogiéndote de los güitos-.
Por lo que tú llamas picos,
-y como sabes solfeo-
puede que toques el piano.