“Las tres de la noche han dado corazón y no dormí…”
Cuando encontraba lo que creía que podía ser un tesoro, me revolcaba en el placer onanista de la investigación por todos los medios a mi alcance.
El resultado era siempre el mismo: insatisfacción. Una vez que conseguía dinero, prestigio y provocaba la envidia en los demás, todo esto se volvía en mi contra porque yo no era el único desdichado.
La búsqueda del tesoro me tenía absorbido el seso a lo largo de todo el día e incluso en sueños. Fue por esto por lo que nunca me casé. Y también, sospecho que, porque ninguna mujer me veía como padre de sus hijos, excepto, las que fueran tanto o más golfas que yo. ¿Hice bien en no hacerlo? Puede que sí o puede que no. Nunca lo sabré.
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