El rastro, festivo y dominical,
es un contenedor de nuestro acervo;
peca de ingenuo y, tienta más al cuervo
lo que reluce que lo cultural.
Como relevo generacional,
vintage del ochenta y cuatro, observo
el pico del corvus: su fatuo verbo,
dómine, de pedante recital…
Tuve, por treinta y cinco años, un puesto
(mas aposté y perdí, virgo y vergonya)
y, como un día, fue el rastro mi Alma Máter,
llegados a este punto, manifiesto:
que estoy harto de ser guapo y mear colonia.
¡Ah! Y columpiarme en la cadena el váter.
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