La ira tiene algo de avispa:
cuando peligro no intuye,
va a la suya.
No prende el fuego sin chispa,
ni el agua sin calor bulle,
tu ira es tuya.
Cuando se pasa a la acción,
la ira es como una hipoteca
que debemos.
La avispa emplea su aguijón,
mas no por ello se obceca,
lo sabemos.
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