Con las riendas de un andador paseas los años.
Con qué elegancia desfilas por el tiempo, el espacio,
la gravedad, como si fueras a lomos de un caballo alado;
a pesar de que, las hojas emigran de las ramas del recuerdo
y, en el suelo, el viento las mueve a ninguna parte,
pintas tus labios de rosa cuando sales a la calle.