Un insecto toma el sol.
Su cuerpo de clorofila,
con alas y patas largas,
no se mueve del cristal:
mis ojos son la ventana.
En la persiana titubea
el viento que las ramas mece.
Otro día que renace
y su ritmo me despierta;
calzo el yo que ha reposado
y mi alma se recrea,
con relativa certeza,
en lo dormido por lo soñado
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