En un piso más abajo,
hay un nido y un polluelo,
que por equis, bocabajo,
a la de tres cae de cuajo:
sobre su cabeza, el cielo.
De donde baja la madre.
Un pajarillo con pena.
La misma que tiene el padre.
Sin salirse del encuadre
los tres caben en la escena:
dos pajarillos que pían
y uno que yace silente.
Con el pico lo movían.
Ver como lo repetían
resultaba deprimente.
En su ciclo natural,
la tierra es su sepultura
porque nadie es inmortal;
pero aquí, en la capital,
fue a parar a la basura
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