Cómo derrite, el sol de entre tus piernas,
la nieve de mi deseo.
Cómo renace, el goce del himeneo,
del cielo que gobiernas.
Cómo derrite, el sol de entre tus piernas,
la nieve de mi deseo.
Cómo renace, el goce del himeneo,
del cielo que gobiernas.
Me levanté una mañana…
…y se me hizo de noche.
Ya no estabas en mi cama
y te vi por la ventana,
cómo rayabas mi coche.
Sin seguro a todo riesgo,
qué otra cosa puedo hacer
sino lucir tu desprecio;
pues, me he ganado por necio,
este doble padecer.
Ojo por ojo, diente por diente:
un ojo israelí, vale por veinte.
Mago Merlín, ¡Abracadabra!
Abran la boca, suelten palabras.
El sol cubre con oro los cristales
de la ventana que tengo enfrente.
¡Qué curioso, es veintidós de diciembre!
Día que da comienzo a las saturnales.
Mis deseos se han vuelto más discernibles
sin perder libertad.
Van y vienen con el viento a voluntad,
tercos, irreprimibles.
Siento envidia inspiradora
cuando fijo la mirada,
en todo cuanto la nada
desde el principio atesora.
Mi pupila es mediadora
entre energía colapsada
y la forma cocinada
que mi cerebro incorpora.
Yo, no habrá cuando me vaya.
Tú, pondrás un crisantemo
cuando él cierre la tapa.
Así, quien otorga calla,
y, aunque en la loto haga un pleno,
con el premio no se escapa.
¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí?
¿soy un árbol que da sombra
y al que visita la alondra
cada año por abril?
Lo cierto es que no elegí,
pero todo esto me asombra:
soy polvo bajo la alfombra
que con mis actos barrí.
¿Qué más puedo reprocharme,
cuando el que más o el que menos,
tirita de soledad?
Al sol, ni paso frío ni hambre,
como el loto que en los cienos
arraiga su libertad.
Quien oculta la verdad,
ni por más cuentos que cuente,
se le nota cuando miente:
le puede la vanidad.
Habla con frivolidad
porque todo le resbala;
de haber algo que le avala,
se cae por su propio peso,
que a quien se la da con queso,
es al ratón que acorrala.
Donde no hay "pienso", aserrín
y agua es lo que ceba al cerdo,
que es como negar el yin,
cuando el yan (su San Martín)
carga para el lado izquierdo.
En cada casa, por Navidad,
es el jamón, para el pobre,
metáfora de prosperidad…
…o, “antes reventar que sobre”.
El talento…
…Son las ganas de jugar,
de ese niño, que por dentro,
ahogado en aburrimiento,
no dejamos respirar.
Medio
Deviene en refugio
contra el bombardeo de la ansiedad,
por ende, el lugar más seguro
y no importa tal o cuál habilidad.
Estímulo
El mismo ser nace una y otra vez.
Como el ave, picotea la cáscara,
unos echan a volar,
y otros, acaban en la granja,
junto al guano o desperdicio.
Cuando yo nací, el fuera de juego ya existía,
al igual que el paso atrás
para rematar respetando las reglas del juego.
La picardía es de uso moderado
porque genera adicción;
en cambio, el talento bien entrenado
promueve la admiración.
Con fulano me voy a cruzar.
Casi con desdén me saluda.
Descolocado, yo no sé qué pensar
¿Es que acaso le he mirado mal?
No. Es que cada uno va a la suya.
Cuando nací, la tierra ya giraba
a velocidad supersónica,
y, después de setenta años,
por fin, noto cómo acaricia
mi cara la brisa del universo.
Sin motivo aparente, era infeliz.
Me puse a fregar los platos
y percibí con mis manos,
a la nube que descargó el agua
y se desvaneció: como mi estupidez.