De mi huerto personal,
escojo los ingredientes
para lo que cuento cuando escribo.
Los mezclo con café y nicotina.
Los macero con las teclas del ordenador.
Les doy vueltas en la olla
mientras todo esto se cocina.
Y aunque no soy del todo cocinero,
mi anhelo es, servir en el comedor,
a los pacientes comensales,
un guiso masticable y digerible:
donde todo es verdad como mentira;
bautizo como entierro;
promiscuo sueño como notoria vigilia
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