Sentado al borde de un acantilado,
coseché, con todos mis sentidos,
el emotivo devenir de la vida,
que no es otro que, un continuo fracaso.
Sentado al borde de un acantilado,
coseché, con todos mis sentidos,
el emotivo devenir de la vida,
que no es otro que, un continuo fracaso.
La soledad no tiene forma ni masa,
y, aunque su presencia no es sólida,
resulta cautivadora a la vez que salvaje.
Si la busco, cuando la encuentro,
no deja de ser un acto egoísta
con el que procuro controlar,
en mí propio beneficio,
los estímulos que me rodean;
sacrifico la compañía humana
y me conecto al wifi de mi gato.
En cambio, si me encuentra y no la busco,
es como estar dentro de un taxi, en un túnel,
en medio de un atasco, con el dinero justo
y el teléfono sin cobertura;
y, para postre: el chófer es facha, yo de izquierdas
y afuera hace frío y está jarreando.
En fin, es la experiencia, ambivalente, de un concepto
que he de practicar mucho para dominarlo.
Por lo pronto, cuando la tengo enfrente,
hago lo mismo que cuando me preparo un bocadillo de atún:
la voy desmenuzando, poco a poco hasta… entenderla.
Este otoño hará más frío
y lo sé, porque mi gato
se acurruca junto al plato
de lunas semivacío.
Nulo queda, a mi albedrío,
el contrato que me exima
de preocuparme del clima,
de la ropa, del tabaco…
recojo trastos y empaco
y os quito un peso de encima.
Con respeto, la gravead te invita
a que descargues en el andador
la madurez de la carne
cuando todavía no es polvo ni ceniza,
bella y buena mujer consecutiva.
Primero, fuiste súbdita
de piel tersa en el reino del deseo;
y, ahora, ciudadana en la república
democrática de la arruga;
pero a mis ojos no escapa
el reflejo de la ternura.
“En los campos de mi Andalucía…”
En el barbecho crecerán
las amapolas blancas
y en el casino, el señorito
jugará a las cartas
con el talento de un pueblo adormecido.
en el brazo de un sillón
y Morfeo, por extensión,
le abraza de cuando en cuando.
Con mimo le va quitando,
de un ojo, luenga legaña;
lo agradece y no le araña,
tan solo se despereza,
mueve la cola y bosteza,
lo mismo que... media España
poniéndonos por encima
de las bacterias y todo
lo que hay en medio: plantas, bichos
raros. Y Buda nos hizo
humanos, cuando observó:
fenómenos sin sustancia;
nacimiento en dependencia.
Si nada desaparece
(como poco, se transforma)
en un mundo ilimitado
por egoístas decisiones,
es causa de sufrimiento,
la tenaz satisfacción
de los deseos inmediatos,
(y “la culpa al maestro armero”).
Condescendencia ignorante
que sacrifica, en barbecho,
las semillas del altruismo;
del afecto sin provecho.
La vida no es un buen maestro
cuando antepone el yo al otro,
cultivando la dialéctica
de muerte o supervivencia.
De trece hermanos, el sexto.
Al sur de sierra Morena,
entre Jabalquinto, La Cruz,
Bailén, Ibros, Rus y Canena,
nací en la España cuellicorta,
revanchista, malaleche,
casi el cuarenta de mayo
en mitad del siglo veinte;
hoy es mi cumpleaños
y ya van sesenta y siete.
Rencor de la providencia,
(ingratitud de los dioses)
que tanto mi historia coses
con hilo de indiferencia.
Mi Linares, mi Valencia,
paisajes de mar y olivos
rescato de mis olvidos
con mi certeza de ateo:
sin opción a regateo,
pongo puntos suspensivos.