Con veintinueve años me suicidé.
Lo recuerdo con alivio.
Pasaba el tren de la vida
repleto de cáscaras y culpas,
y, con determinación, me arrojé.
La máquina me hizo trizas.
Los trozos de ignorancia,
de sufrimiento por todo,
migraron al purgatorio,
y, poco a poco, con certezas
y el pulso de un cirujano,
a solas, me recompongo
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