Las huellas humanas, se han reducido a su mínima expresión.
Un virus, gorrón, merodea para apalancarse en nuestras células.
Las tórtolas no vuelan, parsimoniosas, pasean.
Por las grietas de las aceras y el asfalto,
respira la naturaleza latente
y proyecta sus verdes antenas,
que nos parecen extraterrestres.
Las hiervas de los alcorques y setos,
han crecido tanto, que le dan un aire a sotobosque.
El loco mira por la ventana de un cuarto piso subvencionado,
y sus ojos resplandecen.
En voz alta, conversa con el paisaje;
es el único que mira, ve y ríe inopinadamente.
Un ciego, desde la calle, le oye y detiene la marcha
para escuchar su discurso, a simple vista, oscuro, disperso le parece.
¿Cómo puede juzgar, si no ve lo que el loco siente?
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