Una tórtola aterriza a sus pies.
Le sigue por el parque.
Ella busca algo que comer,
y él, una colilla fumable.
Pero no están solos,
hay más aves en las ramas de los
árboles
y ávidos humanos, encorvados,
mirando al suelo.
Se acaba el día
y por la puerta de la abadía,
sale un monje a bendecir:
las migajas de la tórtola
y los tesoros del infeliz
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