Sobre la mesa de autopsias, reposa
un condenado exangüe y putrefacto.
Fin del viaje, equis. De donde viniste,
también lo hicieron, como tú, muchos
otros. Poblar con su sino una estepa
desolada, es la opción perfecta, pero
no sencilla y elegante como un buen
matemático resuelve una ecuación.
El calor de la presencia se extingue.
Todo se vuelve de color violeta
y, Saturno, arrogante, eterno , sin pausa,
se filtra silencioso entre los dedos
de las manos, que, la una sobre la otra,
descansan en el pecho de un rebelde.
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