Lo
que tanto te mortificaba
brotó
de la nada en la desnuda explanada.
La
finca se levantó, inhiesta y brusca,
frente
a la ventana por donde el sol
entraba
y en invierno picaba como la sal
en
las heridas que la ignorancia
retiene para regurgitarlas en suspiros,
lamentos,
quejidos.
Ahora,
el astro se esconde tímido tras su arrogancia
y
luego asoma dominante como Armakis
coronando
un obelisco.
Durante
el tránsito, no sé si rezar o escribir un poema.
El
frío acoquina ¿Verdad, colega?…
le
digo a mi gato en tanto que se acurruca en mi regazo
y
plácido observa el teclado del ordenador.
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