Un papel en blanco y el último cigarrillo.
Sin estímulos, experimento la ansiedad.
No es nada si me comparo con aquel chiquillo,
que no sabe de volúmenes ni cantidad,
y a pesar de su nada despreciable ignorancia,
resta el contenido de una latilla de atún,
expandiendo, en una barra de pan, la distancia
inversa y proporcional, al sentido común.
Me explico, porque esto es vergonzoso y despiadado:
el gran capital, junto al gobierno y su justicia,
yacen juntos y le dan por culo al desdichado,
cebando sin ambages, el vicio y la avaricia
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