Tenemos como tesoro
de un valor incalculable,
a ese placer inefable
reñido con el decoro,
pero, que en su momento añoro
cuando lo voy a intentar;
aprieto y vuelvo a apretar
y me pongo colorado;
llaman y bramo: ¡Ocupado!
¡Que estoy a punto de… caaagar!.
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