A su regreso, le esperaba su Penélope
particular, actualizada, y lo primero que hizo fue, descabezar un
sueño sobre sus pechos de silicona. El móvil, de cuando en cuando,
vibraba y tenía encendida la televisión, pero él ya era inmune a los
cantos de sirena. Cuando despertó, bajó a la calle, entró en un
bar y no pudo resistir la tentación... de columpiarse en la cadena
el váter.
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