(que siempre llama dos veces).
Le firmé el certificado.
Eché un vistazo al remitente.
Tenia el emblema del Estado.
Abrí la carta, que decía:
“Por la presente: DENEGADO”.
Lo intenté con otra instancia.
La vigésimo novena:
“Sin apenas ambiciones
y perdida la esperanza,
solicito: LA EUTANASIA.
Posdata: el entierro yo lo pago”.
Ya han pasado siete lustros.
Para mí se han hecho cortos.
Al Estado le agradezco
Al Estado le agradezco
su silencio prolongado.
Con la espera, se evapora
la escarcha que cubre al miedo,
la pereza, la arrogancia
y también mi cobardía.
Por eso, porque son mías,
las abrazo y me hago cargo,
y siempre me quedará
un Ciclamor en mi barrio,
donde colgar solitario