Mi gato dormía como un gato
en lo alto del respaldo de mi sillón favorito.
Tan a gusto estaba, que al cambiar de postura,
le faltó espacio y el golpe le despertó en el suelo.
Atolondrado, “miró pa un lado, miró pa el otro
y no vio a nadie…” a quien echarle la culpa.
Menos mal que yo tenía coartada. Si:
“Estaba con mi jefe, en la Ópera, escuchando Rigoletto”.
Moraleja:
Culparse demasiado, es malo; pero culpar a los demás, es peor: es miserable.
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