Con instantes congelados;
con el tiempo comprimido
en un espacio ajeno y promiscuo,
y, a veces, me parece
escuchar, en vuestro reposo,
el reproche a mi negocio obsceno.
No os quejéis
Tenéis suerte
Estáis en un limbo
porque no habéis muerto todavía
Fuisteis desechados
y recluidos en el hospicio de una maleta
que va y viene al Rastro.
Si acaso echáis de menos
el apego de las manos
que, de cuando en cuando,
abrían el álbum
y los conmovidos ojos
que os alimentaban,
no os preocupéis,
porque de éstos,
nadie os reclama,
nadie os evoca
excepto otras manos,
otros ojos que, al veros,
les afecta la ingratitud