No es lo mismo comprar robando que robar comprando. En el juego de palabras se esconden también el móvil y el modus operandi. Si en el primer caso, “comprar robando”, el azar, es el factor que ha reunido en un punto cierto número de coincidencias, como en la lotería, en el segundo, “robar comprando”, se tiene la intención de salir beneficiado de la operación a toda costa: para ello, el mazo de cartas tiene que estar necesariamente marcado de antemano, siguiendo el símil ludópata. Aquí no interviene ni la suerte ni la habilidad mental, sino la astucia, o pasarse de listo. Pongamos otro ejemplo como en la vez anterior. Un suponer, (no olviden, que esto es una metáfora y yo el narrador, el poeta) que voy al Rastro y da igual que sea a primera hora como a media mañana, y con o sin intención de buscarme la vida, porque, el estimulo que busco en realidad, es el de satisfacer mi narcisismo. No se me ocurre otra palabra o concepto para definir este estado mental, si ustedes tienen otra mejor, aplíquenla. Lo que yo quiero dar a entender es, que es algo así como tener el pleno convencimiento de que todo gira a tu alrededor y no al contrario. Entonces, con esta certeza, va uno al Rastro y no ve a personas interactuando en un medio, sino que ve a bacterias moviéndose en una placa de petri, esperándome a mí, el virus Pichadulce. ¡Lo que faltaba! ¡Ya está aquí el ansias, el gusano!. Todo el mundo me conoce pero yo no conozco a nadie. Mejor dicho, saben de mí lo imprescindible: “que mucho bla, bla, bla, pero que, a la hora de comprar, aprieto más que unos zapatos nuevos”. ¡Y a mi qué! Solo tengo que evitar a los que están más maduros, prefiero los verdes, a los virgos: soy Pichadulce y vengo a joder, y cuando lo consigo, me voy del Rastro con una estúpida sonrisa de autocomplacencia.
Y de postre:
Comprar robando
Robar comprando
Bailan los gerundios
de la mano de las emociones
en el presente
de un futuro imperfecto
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