La persiana está echada y la luz del sol
se derrama por la pared y el suelo.
En un adagio con sabor a chelo
avanza lenta como un caracol.
Tumbado en la cama, mirando al techo
las oblicuas siluetas que proyecta
la sombra de la lámpara, (perfecta
geometría que con la vista acecho
y que con el corazón desentraño
la inquietante melodía de los versos
del incesante instante impermanente)
medito, para no llevarme a engaño,
por si acaso hubiera otros universos
en los que echarse una siesta decente.
se derrama por la pared y el suelo.
En un adagio con sabor a chelo
avanza lenta como un caracol.
Tumbado en la cama, mirando al techo
las oblicuas siluetas que proyecta
la sombra de la lámpara, (perfecta
geometría que con la vista acecho
y que con el corazón desentraño
la inquietante melodía de los versos
del incesante instante impermanente)
medito, para no llevarme a engaño,
por si acaso hubiera otros universos
en los que echarse una siesta decente.
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