Desde la soledad de un viajero,
huraño y tímido
como un gato callejero
que intenta sobrevivir
en un mundo que le es hostil
y a la vez hospitalario,
y a la vez hospitalario,
veo pasar los años y no me harto de vivir.
No me harto de sentir,
abrazado a la codicia
en pos de un embeleco: la vida.
A pesar de todo,
contarla me anestesia
contarla me anestesia
ante la inexorable muerte,
pudrimiento y olvido.
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