Aguardando estuvo el Rubio en la cuneta
para partir un día sin hacer ruido.
Mientras esperaba, solo y aburrido,
la vida le pasaba en Ave o en carreta.
Aferrado a su contumaz indulgencia,
y pertinaz (por no decir cabezón)
juicios, lances tuvo con absolución;
y a su pesar, convicto por su inocencia.
Valga este homenaje o Réquiem por un Alias
que solo en su funeral se hizo visible;
mas todo hay que decir: no fue un angelito
como nones son tan perfectas las dalias.
Este prójimo, taciturno y apacible,
tenía un nombre: Rafael Francés Bito
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