Lo que en un principio comenzó siendo un divertimento tan sencillo como coger una cámara de vídeo y darle al play, se convirtió para Blas, en un trago amargo por culpa de la mala follá de un vendedor al que ni siquiera había filmado. A Blas si le dejan hablar no lo ahorcan y, directamente, se deshizo de quien le increpaba.
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