El vacío de esperanza,
me ilustraron.
Con poca o nula confianza
y una úlcera de duodeno,
me olvidaron.
No todos, menos mi gato,
que aunque adusto, compañero
libertario.
De los dos, el más sensato;
él, un tigre, y yo, un trapero,
no anticuario.
No hay páseme usted el río
nos dicen cuando nos quieren,
y olvidamos.
Llega uno, otro desafío...
y solo cuando se mueren,
recordamos.
Evitando el compromiso,
siempre pude escabullirme,
cuestionado;
toda la vida indeciso,
sin embargo, en redimirme
no he dudado.
No me hace ninguna gracia
oír que la banda toca
generala;
a veces, la democracia,
(si muere el pez por la boca)
nos iguala.
De los pechos de Minerva,
mamamos: verdad, belleza,
tolerancia;
la bondad que atenta observa,
donde termina y empieza,
la ignorancia.