Mientras me quede un hilo de cordura
del que pueda sustentarme en
equilibrio,
no me veréis pernoctar
enroscado como un ovillo,
hecho un fardo entoldado por la
soledad.
Ni piar como un pajarillo,
que desde el suelo,
ve inalcanzable el
nido.
No, no quiero despertar,
en las vísceras de mis semejantes,
la caridad cristiana
ni la solidaridad obrera,
porque no tienen sentido
sin una recompensa:
así en el cielo como la tierra,
según convenga.
Cuanto más morralla eres,
más te acecha la codicia ajena.
No. Soy yo y basta,
el que siente compasión
de mi karma,
porque nunca estaré, más alienado,
que cuando me falta,
sinceridad interna.