martes, 16 de marzo de 2010

LAS BOMBAS ESTAN CAYENDO CERCA


El Rastro acababa de echar las diez de últimas después de una lánguida jornada. Ya solo quedaban los de siempre picoteando como los pollos en los restos de las paraetas. Los ilegales crecían como la marabunta en la acera de la CHJ y la puerta del Ayuntamiento. La chusma los envolvía al igual que buitres a sus presas en un espectáculo recurrente y familiar: muertos contra degollaos.
Con el cuerpo acalambrado y el bolsillo tiritando, aguardaba a que Blas acabara de perfumarse en la Sección de Perfumeria, y, “directamente, correctamente o sinceramente”, (pues no hay frase que no remate sin una de estas tres palabras y, si se atreve con alguna otra, siempre acabará con el adverbio mente) me ayudara a quitar el plástico que protegía mis trastos, recogerlos y largarme con el rabo entre las piernas. El agua nieve estuvo presente durante toda la mañana en forma de chubascos débiles e intermitentes: público y vendedores sucumbimos a su impertinencia. Juanito el madrileño, al pasar junto a mi, camino del aparcamiento, se detuvo para saludarme y, como siempre, se empeñó en levantarme el animo (al parecer uno no podía ocultar la cara de gilipollas que se le queda cuando pierde). Valero, más que abatido por los elementos. se sentía defraudado porque no podía culpar a Zapatero del infortunio, se agregó y Juanito le dijo que se contara un chiste. Quiso agradarnos con su repertorio, pero no lo consiguió, y el madrileño intentó arreglarlo contándonos por enésima vez el chiste del dedo roto que, simplemente, le puso la puntilla a nuestra breve tertulia. “Las bombas están cayendo cerca” dijo de repente Valero al hilo de la muerte de Panderola, y fue entonces cuando brotó una risa espontánea entre los presentes, como la de unos chiquillos contemplando el linchamiento de un gato.
Adiós: Panderola, Rafa, Fina, Paco, el de la Ford, Antonio Luís, Nieves, Juanjo, Julio, Toni, Carlos, Maestro Ricardo, Pepito, Dámaso, Javi, el Rubio y algún que otro compañero más. Ya no madrugareis más para montar la feria en medio de no sé qué guerra, al fin y al cabo, si la vida es eso, un campo de batalla, tarde o temprano las bombas caerán con implacable certeza.